Día 27 de septiembre de 2020, 18° etapa de este tercer tramo del Camino Francés.
Esta noche no ha sido un normal, y no he dormido apenas nada. Me he pasado parte de la noche dando vueltas en la cama porque notaba que me picaba todo el cuerpo. Ya sin poderme aguantar mas, las 12 de la noche estaba buscando que es lo que me picaba en la cama. Por la tarde me hizo 6 picaduras en el codo, pensé que sería una pulga, al no encontrar nada, seguí intentando dormir. A las 4 de la madrugada y tras estar toda la noche removiendome me levante a ver que era lo que me picaba. Encendí la luz y me puse a buscar por todo el saco, y bingo allí estaban, escondidos,y agazapados, los chinches. Pequeños, grandes, y de todos los tamaños, esperando a darse el banquete conmigo. Los fui matando a todos con rabia contenida con toda la mala leche, de los bultos que me hacen, y duran días y días. Mire en la colcha del albergue que estaba encima de la cama y nos la habían dejado por si teníamos frio y allí estaban, gorditos y rellenos de mi sangre un puñado de ellos. Bego miro en la suya y también había, pero a ella no le habían picado. Tras matar los del saco, seguimos revisando todo y les vimos por la cama, subiendo por las paredes, y allí los fuimos matando, poniendo todo el manchon en la pared y en las colchas, dejando la muestra del chinchecidio.
Ya a las 5 de la mañana le digo a Bego que yo ya no estoy tranquilo, no voy a dormir nada, así que nos vamos. No les dejamos nota de los chinches, ya tenían las muestras por donde los habíamos matado, y con mucho asco por cierto.
Cogió Bego agua caliente del grifo, y nos tomamos un café capuchino de sobre con unas pocas galletas. Preparamos los bártulos para salir, mirando a ver si llueve, pero por si acaso, le ponemos la funda a la mochila y nos aprestamos a salir. Pero, o, sorpresa, se ha puesto a llover, así que capa por encima y salimos al frio y húmedo día de la madrugada, con la mala leche de la noche, los chinches, y las picadas.
Son las 5:45 de un domingo, así que no hay ni gatos por la calle, salvo los dos locos peregrinos con sus mochilas, luz frontal, y bastones, por la noche lúgubre, oscura, y lluviosa.
Atravesamos todo el pueblo de Samos y avanzamos por la orilla de la carretera un rato. No tardando mucho nos mete por un camino ya de barro y piedras. De repente, Bego que va detrás mio me pega un grito, me asustó, y me vuelvo, y le digo que que le pasa. Me dice que casi piso un lagarto muy bonito. Le contesto que no se ponga en medio del camino, me acerco y le hago una foto. Tiene manchas blancas y verdes. A partir de ese momentos vimos un montón de ellos todos en medio del camino y la cabeza levantada como si nos miraran pensando donde van estos locos lloviendo a estas horas, pero no se percataban que se estaban jugando el cuello, no se veía ni torta.
El camino cada vez mas oscuro y lúgubre nos acompaño unos cuantos km jarreado agua. Al empezar a amanecer 3 horas más tarde se paro un poco y comenzamos a andar por una carretera, al cabo de unos km ya empezamos a ver a Sarria y sus casas.
Según entramos en el pueblo vemos un Bar abierto y nos metemos en el de cabeza a desayunar. Le pedimos café con leche y tostadas, Bego con aceite y tomate y yo con mantequilla y mermelada.
Damos cuenta del ágape y salimos con la tripa mas alegre, tras pagar los 5€ que nos pidió el hombre.
Nos costó un rato atravesar Sarria y una señora nos grito desde lejos que nos pusiéramos mascarillas y yo estuve a punto de gritarle que no usábamos mas-carillas si no mas-baratillas. Pero no, solo le dije que anduviera ella 25km con la mochila y la mascarilla, y seguimos adelante.
Tras hacer una foto desde un alto a Sarria, seguimos camino hacia el convento de la Magdalena, yo suelo sellar allí, pero sorpresa, cerrado a cal y canto. Pos nada, seguimos para adelante a buscar un pueblo con albergue. Esta vez no había llamado ni reservado porque todo el camino veía que en cada pueblo había al menos un albergue abierto.
Cada vez voy recordando más cosas del camino, y le voy comentando a Bego. Paramos en un albergue muy bonito que es donde suelo parar yo a sellar. Es como un museo con cámaras de fotos, radios, y otros enseres. Sellamos y seguimos adelante a buscar en qué pueblo hay otro dentro del radio de los 20km que este abierto. Según Avanzamos km tras km vemos que no hay albergues abiertos, y al final un chico me comenta que no hay ninguno abierto hasta Ferreiros, que es un sitio donde yo pare en las otras ocasiones,una con Xavier, en el 2016 y otra, la primera vez con Idoia y Ainara, pero hay casi 30km hasta allí. Nada al ver que no hay nada abierto seguimos hacia Ferreiros pensando que uno de los dos albergues está abierto. Cuando llegamos allí sorpresa, ni el albergue privado,ni el de la Xunta ni el bar para comer.
Ya sin remedio llamo a uno que me han dicho que puede estar abierto en Mercadoiro. Llamo y bingo, esta abierto. Le digo que vamos pero pienso que si el bar que hay más abajo de Ferreiros está abierto entramos a comer. Son las 2:30 y desde las 5 de la mañana andando con las mochilas el cuerpo lo nota y mucho. La edad no perdona y los km, así como la mala noche tampoco.
Justo en el bar está abierto y dan comidas. Entramos y pedimos un menú. Yo callos con garbanzos, a los que le hecho un poco de picante. Bego embutidos y después cachopo. Este último les dijo que, se lo pusieran para lleva porque las raciones eran enormes, hasta para los de Bilbao.
Seguido de comer arrancamos a buen paso para Mercadoiro porque es el único abierto antes de Portomarin. Tras unos cuantos kms llegamos al albergue de Mercadoiro. Es un albergue acogedor, muy bonito, con un jardín grande y bien decorado. Los hospitaleros muy amables, son fans de los pintxos como yo, y les comento que en Instagram tengo publicados mas de 600. En la habitación de 6 literas tiene butacas frente a un ventanal que da al jardín. Abajo en la salida Hay un calentador de agua, microondas e infusiones, para que desayunes si lo deseas. También tiene salones decorados con cuadros antiguos. Lo dicho muy bonito.
Bego lava la poca ropa que tenemos, y la tiende al sol, mientras yo escribo la crónica, que con mis deditos gordos y las teclas tan pequeñas del móvil me cuesta mucho.
Después de lavar y tender la ropa nos echamos una corta siesta, ya que hemos llegado tarde al albergue. Tras la siesta le comentamos al hospitalero que tenemos algo para picar a ver si lo podemos comer en el comedor, y me dicen que si, así que el cachopo del mediodía, nos lo cenamos y todavía sobro algo de lo grande que era.
Bego esta jodida del pie. Tiene lo mismo que me dio a mi cuando hice de Irún a Bilbao haciendo el Camino del Norte, una especie de esguince en el lateral del pie. Cuando las ampollas le van dejando en paz y secándose, le viene esto.
Me pongo a buscar albergues abiertos a pocos km, pero no hay gran cosa, por lo que no sabemos donde dormiremos mañana ni a cuantos km.
Le doy un masaje en el pie y se lo vendo a ver si por la mañana esta mejor.
Termino de escribir esta crónica y a dormir, que el día a dado mucho de si, y estoy reventado.
Gabón, buenas noches.
Galeria Fotografica de la etapa de Samos a Mercadoiro. Las fotos se pueden descargar y dar me gusta.