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Denuncia de Cesar Fernandez

Cesar Fernández Rollan, poeta y escritor, pacifista y persona comprometida con la sociedad, nos envía una escrito de denuncia contra una situación que le ha ocurrido en una concentración contra un desahucio en Galdakao. La policía no solo se implica en los desahucios  sino que también se lo toman como algo personal llegando hasta a mentir contra un ciudadano y denunciarlo.
Vídeo de una poesía de Cesar Fernandez Rollan.

 

Cierta mañana de Octubre me sumé, como individuo libre y parte de esta sociedad harta y cansada, a los actos de protesta contra el desahucio de una familia en Galdakao. Creía que tenía que hacerlo. Me sentía en el deber. Para mí había llegado la hora de plantar cara a la injusticia y la barbaridad que supone el dejar a familias en la calle, desamparadas, indefensas y despojadas de toda dignidad. Con la mayor saña y crueldad. Y por parte de esos mismos bancos que hicieron negocio y que provocaron esta hecatombe que están llevando a la gente a quitarse la vida de la forma más horrible. Bancos que se siguen lucrando con todo esto y a quienes siguen inyectando millones ahora mismo, mientras nosotros nos quejamos o escribimos cartas al correo. Que siguen haciendo sangre con el más débil. Con el beneplácito de los poderes públicos. Con su “permiso”.

La consecuencia de mi osadía (y la de otro pobre cabeza de turco también denunciado) es que esta semana me llegó una notificación del juzgado y el próximo 17 de Diciembre me enfrento a un juicio en Bilbao denunciado por el ministerio fiscal a instancias de la ertzaina por desobediencia y atentado a la autoridad. Por faltas y por daños (esguince creo) en un dedo meñique que dieron lugar a la baja laboral de uno de los agentes. Ni el mismísimo Valle Inclán habría imaginado esperpento mayor. En ese juicio ellos intentarán que se me condene al pago de una importante suma de dinero y que se me cargue de antecedentes para que me lo piense dos veces antes de ir al siguiente. Si reincides en tus actos en el futuro, la pena impuesta será mayor y así exponencialmente. Un bucle de coacción y represión ideado para quitarte las ganas de disentir. De expresarte. De actuar como ciudadano inteligente que discrepa ante Goliat. Con sus herramientas. Con sus armas. Con las del miedo. Con las de las multas y las de las condenas. Porque con la de la razón no pueden…

Pero no celebre juicio, su señoría. Déjese de pamamés. Ahorre tiempo y dinero a los ciudadanos. Y use esa sala del juzgado para cuestiones más importantes. No dudo que las habrá. Soy consciente de que mi palabra y la del otro chico, contra la de un agente de policía, vale poco o nada. Y, además, ¡qué coño!. Que me declaro culpable. Plenamente culpable. De llamarles indignos, cobardes y vergüenza a los agentes allí presentes. A todos. Por la actitud mostrada en el desahucio. Por su complicidad con los buitres carroñeros y en contra del pueblo. Ese al que supuestamente y según su código ético han de servir y proteger. Y al que, en cambio, estaban dejando en la miserable calle esa misma mañana. Si llamarles todo eso constituye delito; soy culpable. Si gritarles con toda la rabia e indignación del mundo y casi con lágrimas en los ojos de impotencia, cabrones con todas las letras y alguna otra lindeza mayor a la banca y a los políticos (ausentes todos en el acto, muy a mi pesar) constituye delito soy culpable. Lo siento. Sé que he obrado mal. Y rezaré varios avemarías por ello. Pero no me arrepiento. De corazón. Poco me parece en proporción a lo que está pasando. Violencia y ate

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